Por un solo gol, un solitario tanto no marcado en su momento, por un tiro al poste que no entró o una mano imposible del portero, por un penalty fallado o no pitado por el arbitro… por cualquiera de estas razones el Betis se va a segunda, porque el Getafe, aunque empatado a puntos, le gana por uno en la clasificación del gol average.
Y también por un único gol que no quiso entrar o no sabieron meter los jugadores del Betis, que en el último partido de la última jornada, jugado en su estadio contra el Valladolid, no pudieron pasar del empate a uno. Un Valladolid al que hubieran mandado a segunda división en su lugar, si sólo hubieran conseguido otro gol, ese otro gol efímero que al no producirse a ellos les condena y al Valladolid le salva por inexistente. Y es que el fútbol es tan justo como injusto, aunque siempre se insista más en esto último, porque al final todo se reduce a que uno de los dos equipos hizo lo que tenía que hacer mientras que el otro se quedo en el intento.
Y no vale la pena pensar, por que sería injusto con los jugadores del Valladolid ni sirve de consuelo a los aficionados béticos, que quizás si el partido hubiera durado cinco minutos más, o si el árbitro hubiera alargado el juego al menos otro minuto, tal vez ese gol deseado habría llegado, liberando de golpe todos los suspiros de alivio contenidos y ahora mismo las lágrimas estarían recorriendo las calles de esa otra ciudad hasta afluir a orillas del Duero y no del Guadalquivir.